El nombre de Orlando Mondaca significa recordar los años 80’ de nuestro Club. Se formó en casa, debutó en 1979 y desde el año siguiente se consolidó como titular en el puesto de volante de salida. Posteriormente, tras ser campeón con Cobreloa (1988), regresó a la U para luchar por el ascenso a la máxima categoría y fue parte importante de aquel objetivo cumplido. Quien hoy se hace presente constantemente en la Corporación de ex jugadores, recordó con cariño su etapa como futbolista, la oportunidad de vestirse de azul y el gran apoyo de la hinchada en los momentos difíciles.
-¿Qué recuerdos tiene de esos primeros pasos en la U durante los años 70’?
“Yo me crié en el barrio de Recoleta, cerca de donde entrenaba la U. Como éramos niños que nos gustaba el fútbol, con un grupo de amigos nos fuimos a probar a la U como en el año 73. Fue lindo el hecho de haber ido y sido seleccionado entre muchos jóvenes. En la U inicié un camino que jamás pensé que me iba a llevar al profesionalismo. La U, a diferencia de lo que estaba acostumbrado, era un equipo que tenía pasto e implementos para jugar, así que fue una experiencia linda. Me ayudó a formarme como persona más allá de lo futbolístico”.
-Todos lo recuerdan como un volante de salida con mucho talento. En lo personal, ¿cuáles considera que eran sus mejores características?
“Yo en ese punto quiero rendirle un homenaje a “Pepe” Ruiz porque me fui a probar a la U como centrodelantero, pero él empezó a ponerme como mediocampista porque vio las condiciones que tenía y desde ahí empecé a jugar en esa posición. Creo que las características mías eran la buena técnica, buen manejo del balón y el anticiparme a la jugada. Siempre estuve atento a cada movimiento del rival”.
Los años 80 fueron claves para fortalecer el vínculo con los hinchas. ¿Cómo ustedes sentían ese apoyo?
“El tema de la hinchada se hizo notorio con el descenso de la U. Antes de eso igual era una hinchada fervorosa, fiel y con gran cantidad de hinchas, pero después de haber descendido fue más notorio e importante el apoyo de ellos por la efervescencia que había en cada partido. El estadio parecía una fiesta cada fin de semana y la gente se avocaba a las calles el día de partido. Se hacían notar”.
-Logró compartir con figuras como Alberto Quintano, Sandrino Castec y Jorge Socías, entre otros. ¿Qué significado tenía para un canterano compartir cancha con ellos?
“Era un sueño hecho realidad. Como cadete de Universidad de Chile a todos esos nombres yo los veía como ídolos y después tenerlos como compañeros en el camarín y jugar con ellos fue un sueño hecho realidad”.
– ¿Qué recuerdo tiene de ese triste partido ante Lota en el 80 que terminamos empatando y se pierde la opción de pelear el título?
“Fue triste haber empatado ese partido por un penal injusto casi al final del partido. Yo tenía como 18 años, pero Quintano, Aránguiz, Carballo y Socías tenían sobre 27 años y más tiempo jugando por la U. Solo recuerdo que venían muy tristes en el avión. Con el tiempo entendí ese dolor porque para ellos era la posibilidad de romper la racha de 10 años sin salir campeón, y que finalmente se rompió en el 94. Nosotros en ese instante estuvimos a un partido de poder lograr la copa luego de una gran campaña”.
– Luego de ser campeón con Cobreloa en 1988 regresa a la U para disputar el torneo de Segunda División. ¿Estaba decidido a seguir en el Club en una temporada difícil?
“Tenía que volver como préstamo a la U. Cuando estaba de vuelta vi las posibilidades que tenía para jugar en otros equipos, pero me motivó el plantel que se estaba formando en la U. Decidí quedarme por el cariño, la formación y todo lo que viví en la U. Decidí pelear por el anhelo de volver a Primera División. Esa fue mi gran motivación, ya que la U fue mi casa desde los 11 años, viví todo lo que era la institución y me formé como jugador e hincha”.
– Y después se cumple rápidamente el objetivo de ascender. ¿Cómo fue esa sensación de volver a la máxima categoría?
“La sensación fue súper linda. La barra hacía de cada un partido una fiesta, ciudad que llegábamos había gente con la camiseta de la U y eso era bueno. La barra tomó protagonismo ese año y fue una parte importante del logro que obtuvimos. La otra parte fue que hicimos un buen camarín y yo creo que por eso logramos el objetivo. Además de tener buenos jugadores, éramos buenas personas y un buen grupo”.
– Fueron casi 300 partidos disputados con la camiseta azul, así que imaginamos que hay muchos recuerdos inolvidables. ¿Cuáles atesora hasta el día de hoy?
“Hay varios, pero yo creo que el primero es el haber tenido la oportunidad de jugar en las divisiones inferiores a los 11 años. También recuerdo mi debut en el 79, la campaña del año 80 y la temporada de 1985 cuando éramos casi todos cadetes del Club, como Roberto Reynero, Mariano Puyol o “Lucho” Rodríguez. Luego, la temporada en la B me marcó mucho. También otro recuerdo que tengo es cuando, después de ese triste partido en Lota, le ganamos a Colo Colo en la liguilla para la Libertadores. Me acuerdo que nosotros levantamos cabeza y jugamos esa liguilla de buena forma”.
– Siempre se le ve ligado al Club y los hinchas lo reconocen como parte de la historia del Club. En lo personal, ¿qué significado tiene la U?
“Uno no se da cuenta de lo que hizo después de retirado, porque cuando uno juega solo se enfoca en eso y juega no más. Pero ahora retirado, le tomo el peso, porque la gente aún te recuerda. La U para mí es mi segunda casa, porque además de los valores enseñados por mis padres, la Universidad de Chile también me entregó otros”.
– En tiempos sin pandemia lo veíamos regularmente presente en las jornadas de la Corporación de ex jugadores. ¿Qué es lo más importante de tener una instancia así?
“Es algo grato lo que se formó porque después de estar 19 años ligado al Club, uno siempre lo mira con amor y cariño. Este proyecto se logró levantar hace tres años y es algo súper agradable, ya que nos permite juntarnos con distintas generaciones. Yo disfruto el volver a ser cabro chico y divertirse. Es algo impagable. He disfrutado los partidos que he jugado”.