20 de junio de 2004 y en Valparaíso intentábamos acceder por primera vez, desde su instauración dos años antes, a una final de playoffs. Al frente estaba uno de los favoritos del torneo, quien, comandado por Jaime Riveros, había robado un empate 1-1 desde Ñuñoa.

La tarea, a todas luces, asomaba compleja, y vaya que lo fue. Santiago Wanderers apeló desde el principio al buen juego que a lo largo del torneo los alzó como uno de los principales candidatos al título, pero nuestro equipo logró aguantar todos los embates del local.

La primera mitad, friccionada y sin grandes ocasiones en los arcos, terminó sin goles. El finalista se definiría en el complemento. Y allí, recién a los 5 minutos de reanudado el encuentro, comenzaría a abrirse el partido para el “León”, ya que Jorme Ormeño fue expulsado y nos permitió adueñarnos del mediocampo.

A los 68’, completamente decidido a ir por el triunfo, el técnico Héctor Pinto hizo ingresar a Marco Olea, en reemplazo de un “Colocho” Iturra que esa tarde las ofició de lateral derecho. Y justamente el “Caballero del gol”, a dos minutos de haber saltado al campo, abrió el marcador tras centro de Sergio Gioino.

Pero Santiago Wanderers no estaba dispuesto a rendirse, y desde los 80 minutos en adelante nos obligó a replegarnos en nuestra área. Alex Varas, golero “Caturro”, subió para buscar desesperado el cabezazo de la igualdad en nuestro arco, y fue así, al tercer intento fallido, que vino el golpe de gracia.

El balón fue despejado tras el tiro de esquina, quedándole a Cristian Muñoz, quien recorrió 50 metros con el balón pegado a sus pies, empujado por la algarabía de los azules presentes en Playa Ancha.

Con el arco desguarnecido, “La Nona” anotó el 2-0, sentenció la llave y nos instaló en nuestra primera final en la era de los playoffs, instancia en la que posteriormente derrotaríamos a Cobreloa en Calama. Dieciséis años han pasado ya de un triunfo que nos encaminó hacia un nuevo título de Primera y que hoy recordamos.